Al analizar el documento sobre la aprobación de presupuestos y proyectos en las barriadas, es imposible no maravillarse ante la inquebrantable estabilidad de las decisiones tomadas. Un presupuesto de 34.550.000 asignado año tras año cifra arriba, cifra abajo, sin cambios significativos, sin ajustes, sin ninguna pizca de innovación... porque, claro, ¿para qué cambiar algo que funciona tan bien cómo está?
En el mundo de la administración pública, la continuidad es lo que realmente importa, no importa si el contexto cambia o si las necesidades de las barriadas se transforman. ¡La estabilidad es lo primero! Es fascinante cómo los mismos proyectos se mantienen intactos, como si las barriadas estuvieran viviendo en una especie de bucle temporal donde los problemas y las soluciones nunca cambian.
Es como si, de alguna manera, se creyera que los 34.550.000 asignados por enésima vez a los mismos fines son suficientes para cubrir toda la gama de necesidades, y que las barriadas son exactamente iguales hoy que hace 5, 10 o 20 años. Claro, es totalmente lógico que no se necesiten ajustes geográficos ni sociales, porque todos sabemos que las zonas marginales de una ciudad son completamente homogéneas, ¿verdad?
Y hablando de dimensión geográfica, qué maravilla es ver cómo la geografía de las barriadas —con sus diferencias de infraestructuras, contexto social y necesidades particulares— se puede ignorar sin ningún problema. Al fin y al cabo, quién necesita personalizar los proyectos cuando uno puede hacer todo a lo grande, sin tener que
preocuparse por las especificidades locales? Total, las barriadas son solo un conjunto de lugares, ¿no? No hace falta pensar en las características particulares de cada una, porque todos sabemos que lo mismo sirve para todos. Qué conveniente. Pero, por si fuera poco, el documento también hace referencia al Covid-19, como si fuera una especie de carta mágica que puede explicar cualquier cosa.
El alegato de la pandemia, siempre tan oportuno, se desliza por las páginas como una excusa perfecta para justificar la inacción. Porque, claro, si la pandemia ha hecho que el mundo entero cambie de manera radical, lo lógico es que la respuesta administrativa más sensata consiste en ¡seguir exactamente con los mismos proyectos! ¿Y qué mejor cosa que usar la pandemia como un argumento para no hacer absolutamente nada? Después de todo, nada dice más "adaptación a los nuevos tiempos" que seguir repitiendo los mismos errores del pasado, ¿verdad?
Es irónico que se utilice el Covid-19 para justificar la falta de cambios, cuando en realidad la pandemia ha evidenciado la necesidad de transformar profundamente muchas de nuestras estructuras y estrategias. Pero no importa, porque aquí estamos, con el mismo presupuesto, los mismos proyectos y, lo mejor de todo, la misma excusa. El covid-19 ha llegado para quedarse y, al parecer, también lo hará la realidad antagónica de un sistema que se resiste a cambiar, mientras finge que lo está haciendo. Este documento no solo refleja una realidad antagónica sino una realidad paralela, donde los proyectos siguen vivos, las cifras se mantienen firmes y las barreras geográficas y sociales desaparecen por arte de magia. Todo bajo la premisa de que "si algo no está roto, no lo arregles", aunque el mundo entero esté pidiendo a gritos una nueva forma de hacer las cosas. Y, por supuesto, siempre es útil tener a la pandemia como coartada para mantener la calma y seguir adelante sin mover un dedo. ¡Bravo por la estabilidad! ¿O es inmovilidad?