¿Quién o quiénes hicieron méritos para una aduana comercial?
Durante décadas muchos "empresarios" hicieron fortuna gracias a las espaldas de jóvenes y mayores que intentaban un sustento diario. Era la economía del espinazo. Personas cargadas como mulos cuyo único objetivo era conseguir el sustento de ese día, era comer ese día, un día más.
Poco importaba si eran jóvenes o viejos, sanos o enfermos, sus largas esperas para cargar sus bultos, ni sus noches sobre cartones con lluvia y frío, si habían comido o no... Lo que importaba era su dinero, esos billetes que sacaban arrugados por tanto sufrimiento y pesar.
Unos bultos que no pocas veces les eran requisados y volcados en contenedores que una vez llenos se transportaban a destinos nunca declarados
Durante décadas todos esos empresarios durmieron tranquilos y nunca mostraron pesar por aquella economía que les estaba procurando tantos beneficios. Incluso los había que se llevaban hasta 3000 euros diarios solo por abrir una cancela para que accedieran a suelo español, cobrando 10€ a cada porteador, y todo ello con bendiciones oficiales. Nunca pensaron en hacer algo de empresa social, en destinar una mínima parte a mejorar la vida de todas esas personas, ya sea en Ceuta o al otro lado.
En esos trajines caóticos había que intentar algo de orden. Y la idea no fue otra que unas estructuras metálicas por las que hacían pasar los bultos de los porteadores. El hueco era de medidas parecidas a las de una espalda humana. Intentaban que los porteadores no cargaran más volumen que el de la propia espalda. Ese simulacro de bondad hacia todas aquellas personas no era por primores de sensibilidad humana, sino porque algo había que hacer para evitar las fatídicas imágenes de seres humanos cargados como animales de carga. Su capacidad humana solo daba para eso, unos simples huecos para medir bultos pero no su peso. No idearon fuentes de agua y puntos de sombra. No. Eso no.
Aún permanece en la memoria colectiva la imagen de aquel agente de policía dando agua a una mujer mayor cansada y sin fuerzas para seguir con tanto peso a sus espaldas. Ese policía mereció los mejores galardones, pero nadie se interesó por aquel acto de humanidad. Una auténtica pena.
En Fnideq aún se habla de aquellas medidas y de aquellas otras con las que se requisaba conforme al antojo de quienes hacían de comendadores de Delegación. Las maldiciones aún resuenan en la memoria de todas aquellas personas que veían cómo perdían sus compras con las que buscaban un día mejor.
Todos los que participaron en ese largo capítulo del porteo, tanto empresarios como políticos y otros dedicados a la profesión periodística, reclaman una aduana comercial convencional, no quieren nada que no sea eso. Quieren una aduana comercial conforme a los estándares europeos e internacionales, de modo que por Ceuta pueda pasar de todo, o lo que es lo mismo, como se hacía antes cuando la época dorada del porteo pero ahora con papeles y rango de ley. O eso o nada. Y que todo eso lo consiga el Gobierno de la nación. Ellos no hacen nada, es que nunca hicieron nada, salvo administrar sus beneficios y ponerlos a buen recaudo.
Lo sucedido el 8 de enero debería servir para que todas estas personas piensen un poco y en un esfuerzo de autocrítica considerar que al otro lado hay personas que intentan proteger los intereses de su país. Algo legítimo se mire por donde se mire.
El presidente de la Confederación de Empresarios de Melilla, en unas declaraciones en COPE, dudaba de que el porteo fuera contrabando, a la vez que afirmaba que el Gobierno estaba obligado a proveerles de una aduana comercial con todos sus parabienes.
El porteo siempre fue contrabando consentido para aliviar las condiciones de vida de todas esas personas, pero esa permisividad no podía durar toda una vida. Ellos mismos podrían haber hecho algo al respecto, pero lo único que hicieron fue sumarse a esa tolerancia haciendo el máximo negocio posible.
Hacen el efecto de niños mimados que nunca madurarán.