Ceuta al límite y en un punto sin retorno
/ José Antonio Carbonell - Escritor y analista de actualidad
/ Ceuta, conocida por su convivencia de diversas culturas, enfrenta un deterioro social que amenaza con destruir este valioso tejido
/ La indiferencia política y la mala gestión de los recursos están llevando a un aumento de la desigualdad y del descontento social
Ceuta, una ciudad con una rica historia y un crisol de culturas, enfrenta desafíos significativos relacionados con tráfico de drogas y corrupción política. Estos problemas no solo afectan a la seguridad y al bienestar de los ceutíes, sino que también obstaculizan el desarrollo social y económico.
El tráfico de drogas en nuestra urbe ha crecido en los últimos años, convirtiéndose en un punto de preocupación para todos los ciudadanos. Su ubicación geográfica y estratégica la convierten en un punto clave para el tránsito de sustancias ilegales hacia Europa; este fenómeno no solo incrementa la violencia y la inseguridad, sino que afecta a las generaciones más jóvenes. La falta de programas de concienciación sobre los peligros de este fenómeno social y la indudable indiferencia institucional sobre el mismo, y a las que no son ajenos los medios de comunicación locales, supone otro gran problema persistente que está socavando la confianza pública y la eficacia gubernamental. Casos de malversación de fondos, sobornos y abuso de poder están saliendo a la luz continuamente, manchando la reputación de todos los ceutíes. Este tipo de corrupción, además de desviar recursos críticos, también perpetua un círculo de ineficiencia y falta de confianza en los gestores públicos.
Esta combinación de corrupción y falta de acción deja a Ceuta en un estado de “muerte en vida”. El narcotráfico y la delincuencia van en aumento, creando un entorno inseguro que está afectando a todos los habitantes. La falta de oportunidades laborales y el creciente umbral de pobreza han dejado a nuestros jóvenes sin un presente ni un futuro claros, mientras muchas familias luchan cada día para llegar a fin de mes.
Ceuta, conocida por su convivencia de diversas culturas, enfrenta un deterioro social que amenaza con destruir este valioso tejido. La indiferencia política y la mala gestión de los recursos están llevando a un aumento de la desigualdad y del descontento social. La falta de inversión en educación, empleo y servicios básicos dejan a la población en una situación desesperada. Mientras numerosas familias enfrentan dificultades económicas crecientes, los políticos que se encuentran en el poder dilapidan el dinero público, agravando aún más la situación de la ciudad.
La corrupción es un enemigo que ha contaminado nuestras instituciones. Los falsos profetas llamados líderes, están más preocupados y centrados por sus intereses personales, rodeados de sus palmeros, que aplauden su ineptitud, dejando de lado las verdaderas necesidades de Ceuta.
La corrupción, instalada como una cultura de impunidad, en muchos casos tratada como un mal menor, es algo aceptado como un rol político. Líderes que deberían ser ejemplos de integridad, eluden sus responsabilidades. Actitud que socava las bases de la democracia y perpetua la desconfianza de todos los ciudadanos.
El pueblo, sumido en esta desesperación no es consciente de que es el único que puede acabar con esta impunidad, solo él es el que tiene el rol de poder erradicar este mal endémico. La presión pública y el activismo pacífico son herramientas poderosas para exigir cambios y condenar a los políticos responsables de sus acciones. Pero para que esto ocurra hay que hacer piña, porque a los corruptos les interesa la desunión. Si queremos erradicar los males endémicos de la corrupción y la impunidad, reconstruyendo una nueva Ceuta sobre los pilares de la integridad, la transparencia y la justicia para asegurar un futuro digno para todos, debemos juntar nuestras voces y exigir una Ceuta libre de corrupción.