
Las Musal-las han perdido parte de su sentido original. En aquellas fechas el aforo de las mezquitas era limitado y se optó por espacios abiertos. Hoy en día las mezquitas pueden acoger a miles de fieles, a la vez que ofrecen condiciones más cómodas para la oración colectiva, y cuando no, se utilizan los aledaños, que siempre están preparados para realizar está función. Ya nadie usa espacios alejados de los lugares de culto ordinarios; menos aún, sitios que son utilizados durante el resto del año para actividades ajenas a la actividad religiosa.
En Ceuta las cosas van por otros derroteros. Hace falta mantener la Musal-la porque sin ella algunas asociaciones se vaciarían de argumentos para poder justificar su existencia. En esa línea está ahora el virtual representante de la Comisión no Islámica, que no duda en afirmar que está hablando con los ganaderos para que bajen precios de los animales con motivo del Eid al Adha. Nunca antes lo hizo. Ahora toca porque algo tiene que hacer y con esa porción de algo justificar los cerca de 100.000 euros que recibe y de los que la comunidad musulmana ceutí no se beneficia desde hace años.
La hipocresía de estas personas es de una magnitud inconcebible. Si hace años eran partidarios de escuelas señaladas por su intransigencia, para más tarde acuñar aquello que llamaron “Islam español”, ahora se han reconvertido en musulmanes circunstanciales, o lo que es lo mismo, están con lo que les interesa. Y ahora toca romper aquellas tradiciones de las que se han valido los ciudadanos musulmanes de Ceuta desde que tienen uso de razón. En esa narrativa no puede faltar el axioma de que las festividades religiosas se han celebrado siempre con el vecino Marruecos.
El virtual representante de la Comisión no Islámica, así como otros impetuosos representantes vecinales, intentan adornar sus ideas desde una perspectiva de interés colectivo cuando en realidad no es así. Lo que prima en sus fogones mentales es un convencimiento exclusivamente personal, muy distante del bienestar del colectivo musulmán.
Hacer lecturas fáciles está al alcance de todos. La población musulmana en Ceuta es de vital importancia para la estabilidad y el progreso de la ciudad. La realidad es la que es. Otra cosa es hablar de Islam. Gestionar Islam en una ciudad como Ceuta no es nada fácil. Todos esos que hablan de “Islam propio e independiente” y cosas parecidas, son un auténtico peligro para la paz y fortuna de esta ciudad. Ceuta hay que conocerla.
El Islam en Ceuta no puede estar en manos de gente irreflexiva. Se casos de personas y grupos que han abierto lugares de culto por su cuenta y riesgo, muchas veces empujados por esa idea de independencia, pero la realidad les ha hecho ver que gestionar un lugar de culto exige una sólida estructura organizativa. No se trata de abrir y cerrar un almacén. Se trata de asuntos de fe. Hace falta conocimiento y vocación. Personas de comportamiento inmaculado para que den ejemplo, que no es el caso.
Gestionar un lugar de culto exige organización, recursos humanos, dinero, dedicación, conocimientos doctrinales… y muchas más cosas. Esa perdurabilidad solo puede ofrecerla un ente capaz y de armazón sólido que en absoluto se halla en manos de individuos ni de grupúsculos de mentalidad inconsistente que enarbolan la bandera del Islam desde cualquier púlpito y oratoria como encontramos en las redes sociales y en tantos otros sitios.
En Ceuta, ese equilibrio lo da Marruecos. Eso es precisamente lo que esas precarias mentes quieren romper, pues solo piensan en sus subvenciones y en el modo de mantenerlas. Sin esa sensatez las dinámicas políticas y sociales podrían alterar las condiciones de vida de muchas personas y, en consecuencia, el de la ciudad en general.
Hablar de Umma en Ceuta no es nada fácil. Hay muchos que confunden este concepto con el de la pertenencia a una comunidad política, y no es así. La pertenencia a la Umma significa estar de acuerdo con unos principios de creencia hacia la religión del Islam, es decir, todo musulmán es miembro de la Umma, pero no por ello está obligado a aceptar postulados políticos de un determinado país, aunque este tenga el Islam como religión oficial. Es de vital importancia separar una cosa de otra.
El asunto del sacrificio puede servir como ejemplo. Dadas las circunstancias, Marruecos afirma que no conviene su celebración. Esa medida es una medida estrictamente religiosa, no política. Los ciudadanos de ese país van a respetar la decisión. Sin embargo, en Ceuta hay voces y organizaciones que defienden su celebración alegando que Ceuta no es Marruecos. Este argumento no es válido porque la decisión no cuestiona la pertenencia a una comunidad política, sino a una comunidad religiosa, y esto sí que es importante tener en cuenta, pues no hemos de olvidar que la práctica del Islam en Ceuta está íntegramente gestionada por los lazos que establecen los valores contenidos en el concepto de Umma. Marruecos no gestiona los lugares de culto existentes en Ceuta desde una perspectiva política. Lo hace desde una perspectiva estrictamente religiosa, es decir, desde la noción de Umma, y a expresa petición de los propios musulmanes ceutíes, pue no hay que olvidar que fueron éstos y no aquéllos quienes así lo solicitaron al país vecino. Un aspecto este primordial ante quienes cacarean insinuaciones de intromisión extranjera.
Lo que viene haciendo el virtual representante de la Comisión no Islámica en Ceuta tiene como objetivo romper esos lazos, es decir, no les interesa que la noción de pertenencia a una comunidad exista salvo que sea a la suya.
En todo caso, si es posible hablar de liderazgo religioso, ese hay que concedérselo a los imames, quienes observan con rigor la no intervención en las dinámicas políticas y sociales, que asumen la encomienda de mantener viva y estable la práctica del Islam en los centros de culto lejos de estridencias y de otros muchos y molestos ruidos.
Todo lo demás, los que se arrogan representatividad y agasajan con iftares de conveniencia a quienes les sueltan botines económicos, son un estorbo y simple ilusión.
De todos modos, tiempo habrá para sacar a la luz acciones y deslealtades que contradicen de forma clara la inconsistencia y la práctica de una fe no tan sincera como venden desde sus púlpitos imaginarios, o mejor dicho, desde sus poses de devotos constreñidos.