Ceuta recibe atribulada un nuevo año. Los desafíos son enormes. La ilusión en la soñada aduana comercial ha desaparecido para dejar paso a la incertidumbre más sombría.
Un nuevo año para afrontar múltiples problemas sin apenas propuestas de soluciones que reafirmen la esperanza de los ceutíes en un futuro mejor. La Ciudad se ha erigido como eje y proyección de todas las decisiones, lo que dificulta enormemente decisiones de calado que puedan revitalizar una economía que vive pertrechada en lo que hagan o dejen de hacer los políticos de turno.
No existe en Ceuta un ente independiente que planifique soluciones a la grave situación de la ciudad, asediada por problemas de inmigración, falta de puestos de trabajo, programas sólidos y testados para una formación profesional de calidad, carencia de acuerdos con las distintas autonomías del país a fin de establecer cupos de jóvenes –y no tan jóvenes- para trabajar, otros acuerdos de carácter internacional que tengan como fin aliviar la situación de tantas personas en paro, y así muchas otras cosas. La falta de imaginación es evidente y la actividad se centra en administrar el territorio sin levantar la vista hacia fuera.
La diversidad es un motor formidable para crear riqueza. Sin embargo, este bien tan poco apreciado en Ceuta se malogra por la falta de buen concepto hacia el mismo. La Ciudad haría bien en subvencionar parte de las cuotas de los autónomos, en facilitarles formación adecuada, en dulcificar las minuciosas, prusianas e interminables normas de apertura de actividades mercantiles. La creación de un Oficina para Emprendedores resulta necesaria y de vital importancia para el futuro de muchos jóvenes y sus familias, pero sin ataviarlas con los clásicos corsés a los que están familiarizados muchos funcionarios. Se trata de simplificar, de hacer más fácil, en definitiva.
Es hora de usar la imaginación y buscar soluciones para todas esas personas que no encuentran remedio ni salida para sus preocupaciones.